Se nos cae el alma, golpea fuerte y se va, como el mar cuando
recoge su espuma y borra de la arena nuestros pasos. Lo que no borra son los
recuerdos de aquellas caminatas, ni los soles y lunas que se esconden tras él.
Así, un nombre pasa a formar parte de nuestros recuerdos y
se acomoda en la profundidad de nuestros mares, y le abrazamos con fuerza, sin
soltarlo. Y aunque la existencia es más que un cuerpo que guarda un alma, a
veces hace falta aquél cuerpo para darle uno que otro beso y decirle con
palabras cuánto le apreciamos. Ahora gritamos cuánta falta hace. Y sabemos que
nos escucha y quizás contesta, pero contesta hacia dentro.
No nos queda más que sonreír un poco, y decir cuánto te
queremos y cuánto extrañamos. Tu voz resuena en nosotros.
Hasta siempre, Juan.
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